Miedo. Miedo a pensarte demasiado. A imaginarte. A quererte ya de manera inevitable sin saber si quiera si has nacido, si llegaremos a conocerte. Lo he leído mil veces en otros blogs. Ese sentimiento que aflora de manera incontrolable, por encima de la lógica, la consciencia, el raciocinio. ¿ Cómo se puede querer a alguien que aún no existe en tu vida?
Cuando decidimos comenzar nuestro camino adoptivo tuvimos claro que no queríamos agobiarnos ni vivir solamente pendientes del proceso. Nos gusta mucho nuestra vida, somos muy felices. Aunque contigo lo seremos más. Pero obviamente sabíamos que iba a estar presente en nuestras cabezas y nuestro día a día de una manera rotunda.
Lo que sucede es que ha habido momentos de transición en los que de repente hemos dejado hasta casi de pensarlo por lo lento y lejano que veíamos el momento de conocer a nuestro futuro/a peque. Es curioso, pasas de días en los que imaginas hasta su cara, su sonrisa, sus balbuceos, el momento del viaje, el encuentro... esas imágenes que tantas veces hemos visto... a días en los que todo se reduce a un posible, un futurible, un sueño. Y te entra el miedo. Porque en el fondo nos quedan muchos kilómetros por recorrer, y aún no hemos superado la parte quizás no más dura, pero sí más difícil en cuanto a que no depende de ti, si no de dos personas ajenas a tu vida.
Tomamos la decisión de no construir nada tangible hasta no obtener el certificado. No pensar en un nombre, ni en cómo pondremos la habitación. No comprar nada.
Pero un día algo surge dentro de ti que no puedes controlar, y te dejas llevar por toda la ilusión que ese futuro enano o enana generan en tu corazón aún sin conocerte. Y coges y te descubres mirando de repente una cama-cuna (invento que acabo de descubrir, qué genial y qué ignorancia la mía...), o mirando de soslayo un carrito, incluso los Dodotis que en la cola del Mercadona lleva en el carro la señora que tienes delante. Y dejas que tu yo racional se vaya al carajo, y coges y compras una cebra de colores blandita, que suena si la mueves, y que se convierte en el primer juguete que le darás, el que llevarás al encuentro, el que esperas que le acompañe mucho tiempo. Y lo que es peor, compras a miles de kilómetros de distancia durante un viaje increíble unos trajecitos tailandeses de 1 a 2 años, unisex por supuesto, y una lamparita con forma de jirafa hecha con un coco.
Estamos esperando que nos den cita para casarnos. Sólo cuando hayamos subido este escalón podremos comenzar con el CI. Y en el fondo eso es lo que determinará todo. Y pienso que me he adelantado con la creación del blog. Y con las compras. Y con los sentimientos. Pero al rato se me pasa, y N. me coge la mano y me dice que todo va a salir bien, que no dudamos porque sí o sí vamos a ser los padres de ese peque. Y entonces mando el miedo a paseo, esperando que tarde mucho en volver.